Día 7: Refugio del Toubkal – Toubkal (4170 m) – Imlil – Marrakech

Empiezo la ascensión a primera hora de la mañana, y después de una intensa subida de 1000 m. por una ancha canal llego, después de superar un collado, a la cima del Toubkal.



En el camino no hay nada especial que reseñar, ni mejor ni peor que otras cimas. El camino está muy trillado, pues hay mucho turismo, y la subida es muy sencilla, ni una trepada. Tampoco hay ninguna horrible tartera que subir ni ninguna divertida tartera que bajar.



Por supuesto, las vistas son fantásticas, pero era algo evidente. El lugar lo trae implicito.




Pero era la razón principal de mi viaje y lo he conseguido: he alcanzado sus 4170 metros de altura. Fotito en la cima y vuelta a la tienda de campaña.



De nuevo la hospitalidad marroquí: Mohamed, de la jaima de al lado, me invita a tomar un vaso de té a la menta. Por supuesto, acepto muy gustosamente.



Un rato después desmonto la tienda y desciendo de nuevo al pueblo, con el ‘piano’ a la espalda.



En un solo día he subido 1000 m. y he bajado 2400, y cuando llego a Imlil estoy destrozado, especialmente las plantas de mis pies que parecen jamón en dulce. Pero tengo intención de dormir en Marrakech, así que le indico al tío del hostal que soy consciente de su mentira del día anterior, cojo la moto y me voy.

Al llegar a Marrakech, entre la locura del tráfico consigo llegar con la Afrika a la plaza central Djeema El-Fna. Creo que la sensación que se tiene al entrar en ella debe ser común a todo el mundo cuando la visita por primera vez. El bullicio, los puestos callejeros, los olores… es una sensación sorprendente que, según dicen, hace que Marrakech sea diferente al resto de ciudades marroquíes. No lo sé; tendré que visitar el resto…



Me quedo en el cutrísimo hotel CTM, en la misma plaza, y con parking para la moto.





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