La pista es de dificultad nula, pero espectacularidad máxima.
La principal complicación es que transcurre entre 500 y 1000 metros de altura, y el calor se hace notar en mí y en la Afrika.
Y tanto conducir en primera y segunda, pocos tramos de tercera y ninguno de cuarta y quinta, hace que el ventilador no pare de funcionar, por lo que hago alguna paradita a la sombra para bajar la temperatura.
Después de unas cuatro horas llego a Telouèt, donde de nuevo cojo el asfalto, que no me abandonará ya hasta el final del viaje. He acabado las pistas, que tantas emociones me han dado y que harán, seguro, que vuelva a Marruecos.
En Telouèt aprovecho para visitar la alucinante kasba glaoui que domina el pueblo, destrozada por fuera, pero que en su interior guarda la sorpresa de unos salones bellamente decorados.
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