Empieza el día. Que poco me imaginaba yo que iba a ser el mejor día de todos; el día en el que más miedo iba a pasar, en el que más veces me iba a caer, el día que más iba a gozar.
Recojo los bártulos e inicio el descenso hacia el centro del Circo de Jaffa.
Vaya tela!! Nada más empezar, una pista peraltada hacia el barranco me pone en serias dificultades. El suelo de piedras se puede ir salvando con cuidado y lentitud, pero en las curvas han añadido grava, supongo que para reparar el camino, de forma que éste tiene un continuo de pequeñas jorobas… y no tan pequeñas.
El suelo se inclina cada vez más hacia el exterior, hacia la caída, y yo cada vez estoy más en tensión. Si la inclinación aumenta no estoy seguro de poder dominar la moto, cargada con dos maletas laterales y la mochila, y con poca estabilidad.
Entre golpes de gas, embrague y freno trasero voy avanzando. Al final, la inclinación del suelo aumenta mucho, hay muchas losas sueltas, la rueda trasera cada vez resbala más y, en un golpe de gas para intentar superar un resalte… pam! Al suelo!!
Descabalgo como puedo de la moto caída, y la levanto por la fuerza. Descubro con optimismo que el hecho de llevar las dos maletas laterales ayuda, en vez de molestar. Gracias a ellas la moto no cae del todo, le baja el centro de gravedad y sirven de contrapeso a la hora de enderezarla, con lo que el esfuerzo de levantarla es notablemente menor que cuando va sin maletas.
La monto y continúo el paso del circo… Y de nuevo descubro que las cosas no van a ser fáciles.
Para cruzar un pequeño arroyo tengo que bajar un resalte de 1 metro que acaba en un lecho seco de piedras sueltas. Se me pasa por la cabeza la idea de darme la vuelta, pero en un bienvenido ataque de inconsciencia la descarto inmediatamente, y me lanzo sin pensarlo por el resalte con los 225 Kg. de moto cargada hasta los topes. Doy gas y, con una facilidad que me sorprende acabo en el otro lado del lecho seco, descubriendo al mirar atrás que había un camino mucho más sencillo que no he visto por no tomarme las cosas con un poco más de calma y sangre fría. En el fondo, me da igual: he disfrutado al bajar el resalte, así que me alegro de no haber visto el camino real.
Continúo la pista, rechazo la invitación de dos mujeres bereberes a tomar té en su jaima y me dirijo hacia la salida del circo. La salida es el cruce de otro arroyo seco; la gran cantidad de piedras sueltas giran mi rueda delantera y hacen que pierda la estabilidad, pero consigo cruzar el oued, el río, a base de un buen acelerón y ambas piernas desplegadas a los lados de la moto. En un par de ocasiones, apoyarlas en el suelo me salva de morder el polvo.
Por fin!! Parece que he superado una parte complicada, y una pista fácil se abre ante mí, recorriendo las laderas de la cordillera del Jbel Ayachi.
Durante un par de horas transito más o menos relajado, cruzando algún que otro oued pero sin muchas dificultades. Los paisajes son fantásticos, y a cada curva aparecen ante mi colores más vivos que los anteriores.
Y la gente que me encuentro es amable y sonriente.
En los pocos poblados que cruzo las pistas se hacen intransitables por el continuo paso de caballerizas, especialmente en tramos donde están inundadas y llenas de barro, empeoradas por las pisadas de las mulas y las roderas de los carros.
A la salida de Tagoudit me cuesta pasar unos 50 metros de camino embarrado. Además me encuentro con unos lugareños con tres mulas que me piden que me aparte, y que no entienden que mi moto no se mueve de lado (je je; tal vez le tenga que poner el kit). Al final conseguimos entendernos y son ellos los que me dejan pasar; por lo visto, sus mulas sí que llevan el kit de desplazamiento lateral, y se hacen a un lado.
Estoy algo asustado por el estado de la pista, y aprovecho para preguntarles si continúa en ese estado o mejora. Me dicen que mejora, que es seca y plana, por lo que me quedo más tranquilo. Iluso: no solo empeora, sino que a tramos desaparece y transcurre plenamente por el lecho de un río con agua. Eso cuando no se transforma en un pedregal!!
Pero momentáneamente tranquilo y relajado, sigo con el recorrido.
Que raro: desaparece la pista y aparece al otro lado de un oued. Pero si me han dicho que era llana y seca… En fin, como el cruce es sencillo no me preocupo, vadeo el río y continúo la ruta.
La pista sigue por el lecho del río vadeándolo continuamente. Ya no me creo nada de lo que me han dicho en Tagoudit, y veo que el tema no será sencillo.
De pronto, la pista desaparece. Delante de mí una colina con una construcción en adobe y el río, pero no veo ningún indicio de camino. Por detrás de la casa aparece un valle, y a mi derecha continua el oued, así que me paro y miro el paisaje con tranquilidad, intentando escoger la ruta a seguir. Acertadamente, me meto en el curso del río, y a unos pocos cientos de metros, después de una curva, aparecen de nuevo trazas de camino.
Entre vadeos y camino bien marcado van pasando los kilómetros. Voy cogiendo confianza y velocidad; estoy disfrutando y cada vez apuro un poco más, dándole un poquito más de gas al acelerador. La Africa Twin se mueve como pez en el agua, y parece que esas pistas están hechas para ella; de hecho, ella está hecha para esas pistas. Cada vez más rápido, más rápido, saltando en los baches, culeando en las curvas… Hasta que, por una mala trazada debida a la velocidad, cojo el camino por el lado que no debo, por un charco con lodo que hace que la rueda delantera se gire,y yo y la moto salgamos rodando. Ay! Esto sí que ha dolido!!
Rascada en la pierna y moratón.
Por suerte no ha sido grave, y lo que podía ser una tragedia se convierte en una anécdota. No ha pasado nada grave, he levantado la moto y funciona perfectamente, y sonrío. Adrenalina a tope.
Al cabo de muchos kilómetros, pero sin ingún percance, la pista mejora, aparecen verdes prados y llego a mi destino, Imilchil.
Uau! Qué pasada de ruta que me acabo de currar!!!
En Imilchil me encuentro con Quim y Mariela, que conocí en la frontera. Cómo el día siguiente queremos hacer la misma ruta optamos por hacerla juntos. Dejo la moto aparcada y en su Nissan nos vamos a ver los dos lagos de Imichil, el Islit i el Tislit, la novia y el novio (aunque no sé cuál es cuál).
Dormimos en el Albergue Ibrahim de Agoudal, donde nos dan para cenar el peor tajine de pollo del viaje; más que pollo es gallina vieja, dura y correosa, e incomestible. Suerte que un par de cervecitas y un Marqués del Puerto, que Quim hace aparecer de la bien surtida despensa del Nissan, animan el tema.
1 comentario:
Lástima del pobre Ibrahim. Lamento tu tajine pero yo durante años es ahí donde mejor he comido.
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