Día 1: Barcelona - Almería

Tras un agotador viaje de 800 km, llego a Almería, donde embarco a las 12:00 de la noche en el ferry.








Día 2: Almería – Melilla – Midelt – Circo de Jaffa

Después de una cómoda noche en un camarote para cuatro ocupado solo por mí, llego a las 8 de la mañana a Melilla.

En la aduana hay unas interminables colas para sellar el pasaporte y para llenar el documento de entrada del vehículo, aunque se hacen más amenas al compartirlas con Quim y Mariela, a los que acabo de conocer. Han bajado a Marruecos dispuestos a hacer un recorrido en 4x4; las primeras jornadas es muy similar al mío, por lo que seguramente coincidiremos bastante…


Comienza el viaje. Me dirijo a Midelt por una carretera secundaria, pasando por Guercif, y empiezo a disfrutar con los paisajes. De aspecto desértico...


... la primavera y el cielo añaden unas tonalidades verdes y azules al entorno, y junto a mi estado de ánimo hacen que todo me parezca maravilloso.



A mediodía paro a comer cerca del desvío a Ksabi el mejor tajín de cordero de todo el viaje. Al acabar, cojo la pista que me llevará a Oulad-Teir, ya que quiero llegar a Midelt pasando por las gargantas de Aouli.




Lo cierto es que la pista empieza a ser algo complicada para mi poca experiencia fuera del asfalto. Callejuelas estrechas en los pueblos que atravieso, y caminos muy embarrados me complican la conducción, aunque por suerte consigo ir avanzando sin caer.



Al cabo de unos 10 km de dejar la carretera llego a Oulad-Teir, en cuyas calles conozco a Mahdi. El me indica que es imposible el paso de vehículos entre Oulad-Teir y las Gargantas de Aouli.



Pero me invita a pasar a su casa. Acepto la invitación; parece un buen tipo.



Dando ejemplo de la hospitalidad marroquí, me invita a tomar algo:

– té, café o leche? – me pregunta en francés.
– té – le contesto.
– té, café o leche? – vuelve a preguntar.
– té – vuelvo a contestar.
– leche –
– ??? –

A continuación trae una jarra llena de una especie de leche agria, como yogurt, que me da un poco de reparo beber. Por no ser descortés, acepto el vaso que me tiende, y sorbo sonoramente el contenido, eructando ruidosamente como muestra de agradecimiento.



Después de una amena media hora intentando recordar mis lejanas lecciones de francés, me despido de Mahdi, y cojo otra pista que me llevará de nuevo a la carretera asfaltada. Efectivamente, es un buen tipo, este Mahdi.



La pista es más buena que la que he seguido para llegar a Oulad-Teir, por lo que alcanzo sin problemas a la carretera y de ahí a Midelt.

Son las 8 de la tarde, e intentaré llegar al Circo de Jaffa en las dos horas de luz que me quedan. Así podré acampar tranquilamente en un entorno montañoso alejado de cualquier pueblo.

Sigo las indicaciones que me dan y cojo la pista que sale desde el mismo pueblo; hay otro camino que sale más adelante, pero no he conseguido entender si es más fácil o más difícil, así que puestos a escoger, escojo el primero…



Al principio, la pista es muy sencilla. Me permite correr y disfrutar sintiendo como la moto se encuentra como pez en el agua. Por algo es la Africa Twin, la Gemela de Africa.



Sin embargo, pasados unos kilómetros, y cercano al Circo de Jaffa, el cruce de varios arroyos secos me pone en apuros. Tengo que reducir la velocidad y cruzarlos con cuidado, ya que las piedras sueltas como gravilla hacen que la rueda delantera se me vaya, girándome el manillar y amenazando con tirarme al suelo. Al final, consigo llegar al collado que da paso al circo montañoso.


Y justo al llegar, en un sencillísimo camino, llano, liso… va y me caigo!!



Iba tan relajado por haber resuelto el paso de los arroyos que he bajado la velocidad demasiado, casi hasta parado. Y al ir a poner el pie en el suelo me ha vencido el peso de la Afrika. El caso es que me he ido al suelo de la manera más tonta.

Je je. Si esperaba una señal, ya la tengo; así que decido plantar la tienda en un entorno privilegiado, y dejar para el día siguiente la pista de bajada al centro del circo.








Día 3: Circo de Jaffa – Tagoudit – Imilchil - Agoudal



Empieza el día. Que poco me imaginaba yo que iba a ser el mejor día de todos; el día en el que más miedo iba a pasar, en el que más veces me iba a caer, el día que más iba a gozar.


Recojo los bártulos e inicio el descenso hacia el centro del Circo de Jaffa.


Vaya tela!! Nada más empezar, una pista peraltada hacia el barranco me pone en serias dificultades. El suelo de piedras se puede ir salvando con cuidado y lentitud, pero en las curvas han añadido grava, supongo que para reparar el camino, de forma que éste tiene un continuo de pequeñas jorobas… y no tan pequeñas.

El suelo se inclina cada vez más hacia el exterior, hacia la caída, y yo cada vez estoy más en tensión. Si la inclinación aumenta no estoy seguro de poder dominar la moto, cargada con dos maletas laterales y la mochila, y con poca estabilidad.

Entre golpes de gas, embrague y freno trasero voy avanzando. Al final, la inclinación del suelo aumenta mucho, hay muchas losas sueltas, la rueda trasera cada vez resbala más y, en un golpe de gas para intentar superar un resalte… pam! Al suelo!!


Descabalgo como puedo de la moto caída, y la levanto por la fuerza. Descubro con optimismo que el hecho de llevar las dos maletas laterales ayuda, en vez de molestar. Gracias a ellas la moto no cae del todo, le baja el centro de gravedad y sirven de contrapeso a la hora de enderezarla, con lo que el esfuerzo de levantarla es notablemente menor que cuando va sin maletas.

La monto y continúo el paso del circo… Y de nuevo descubro que las cosas no van a ser fáciles.

Para cruzar un pequeño arroyo tengo que bajar un resalte de 1 metro que acaba en un lecho seco de piedras sueltas. Se me pasa por la cabeza la idea de darme la vuelta, pero en un bienvenido ataque de inconsciencia la descarto inmediatamente, y me lanzo sin pensarlo por el resalte con los 225 Kg. de moto cargada hasta los topes. Doy gas y, con una facilidad que me sorprende acabo en el otro lado del lecho seco, descubriendo al mirar atrás que había un camino mucho más sencillo que no he visto por no tomarme las cosas con un poco más de calma y sangre fría. En el fondo, me da igual: he disfrutado al bajar el resalte, así que me alegro de no haber visto el camino real.


Continúo la pista, rechazo la invitación de dos mujeres bereberes a tomar té en su jaima y me dirijo hacia la salida del circo. La salida es el cruce de otro arroyo seco; la gran cantidad de piedras sueltas giran mi rueda delantera y hacen que pierda la estabilidad, pero consigo cruzar el oued, el río, a base de un buen acelerón y ambas piernas desplegadas a los lados de la moto. En un par de ocasiones, apoyarlas en el suelo me salva de morder el polvo.

Por fin!! Parece que he superado una parte complicada, y una pista fácil se abre ante mí, recorriendo las laderas de la cordillera del Jbel Ayachi.



Durante un par de horas transito más o menos relajado, cruzando algún que otro oued pero sin muchas dificultades. Los paisajes son fantásticos, y a cada curva aparecen ante mi colores más vivos que los anteriores.


Y la gente que me encuentro es amable y sonriente.


En los pocos poblados que cruzo las pistas se hacen intransitables por el continuo paso de caballerizas, especialmente en tramos donde están inundadas y llenas de barro, empeoradas por las pisadas de las mulas y las roderas de los carros.



A la salida de Tagoudit me cuesta pasar unos 50 metros de camino embarrado. Además me encuentro con unos lugareños con tres mulas que me piden que me aparte, y que no entienden que mi moto no se mueve de lado (je je; tal vez le tenga que poner el kit). Al final conseguimos entendernos y son ellos los que me dejan pasar; por lo visto, sus mulas sí que llevan el kit de desplazamiento lateral, y se hacen a un lado.

Estoy algo asustado por el estado de la pista, y aprovecho para preguntarles si continúa en ese estado o mejora. Me dicen que mejora, que es seca y plana, por lo que me quedo más tranquilo. Iluso: no solo empeora, sino que a tramos desaparece y transcurre plenamente por el lecho de un río con agua. Eso cuando no se transforma en un pedregal!!

Pero momentáneamente tranquilo y relajado, sigo con el recorrido.



Que raro: desaparece la pista y aparece al otro lado de un oued. Pero si me han dicho que era llana y seca… En fin, como el cruce es sencillo no me preocupo, vadeo el río y continúo la ruta.




La pista sigue por el lecho del río vadeándolo continuamente. Ya no me creo nada de lo que me han dicho en Tagoudit, y veo que el tema no será sencillo.




De pronto, la pista desaparece. Delante de mí una colina con una construcción en adobe y el río, pero no veo ningún indicio de camino. Por detrás de la casa aparece un valle, y a mi derecha continua el oued, así que me paro y miro el paisaje con tranquilidad, intentando escoger la ruta a seguir. Acertadamente, me meto en el curso del río, y a unos pocos cientos de metros, después de una curva, aparecen de nuevo trazas de camino.



Entre vadeos y camino bien marcado van pasando los kilómetros. Voy cogiendo confianza y velocidad; estoy disfrutando y cada vez apuro un poco más, dándole un poquito más de gas al acelerador. La Africa Twin se mueve como pez en el agua, y parece que esas pistas están hechas para ella; de hecho, ella está hecha para esas pistas. Cada vez más rápido, más rápido, saltando en los baches, culeando en las curvas… Hasta que, por una mala trazada debida a la velocidad, cojo el camino por el lado que no debo, por un charco con lodo que hace que la rueda delantera se gire,y yo y la moto salgamos rodando. Ay! Esto sí que ha dolido!!


Rascada en la pierna y moratón.

Por suerte no ha sido grave, y lo que podía ser una tragedia se convierte en una anécdota. No ha pasado nada grave, he levantado la moto y funciona perfectamente, y sonrío. Adrenalina a tope.

Al cabo de muchos kilómetros, pero sin ingún percance, la pista mejora, aparecen verdes prados y llego a mi destino, Imilchil.


Uau! Qué pasada de ruta que me acabo de currar!!!


En Imilchil me encuentro con Quim y Mariela, que conocí en la frontera. Cómo el día siguiente queremos hacer la misma ruta optamos por hacerla juntos. Dejo la moto aparcada y en su Nissan nos vamos a ver los dos lagos de Imichil, el Islit i el Tislit, la novia y el novio (aunque no sé cuál es cuál).


Dormimos en el Albergue Ibrahim de Agoudal, donde nos dan para cenar el peor tajine de pollo del viaje; más que pollo es gallina vieja, dura y correosa, e incomestible. Suerte que un par de cervecitas y un Marqués del Puerto, que Quim hace aparecer de la bien surtida despensa del Nissan, animan el tema.





Día 4: Agoudal – Garganta del Dades – Ait Benhaddou

En el centro del pueblo repostamos gasolina a base de bidones.



Queríamos dar un paseo antes de iniciar la ruta, pero la presión cada vez más intensa de los niños hace que desistamos y que nos subamos rápidamente a nuestros vehículos. Aún así, salimos del pueblo seguidos por algunos críos en bicicleta, que conseguimos, naturalmente, dejar atrás.

La pista empieza de nuevo por el lecho de un río, pero la experiencia del día anterior me facilita las cosas. Ya no miro con aprensión el camino pedregoso, y tranquilamente me interno en él, seguido de Quim y Mariela en su 4x4.



La pista transcurre por el centro de un valle, rodeada de colinas y por paisajes solitarios donde raramente veo alguna construcción. Excepto en tramos donde cruza algunos oueds que me obligan a bajar la velocidad, la pista es muy transitable, y me permite ir a velocidades de 60, 70 y 80 km/h; incluso en alguna ocasión me ha parecido ver la aguja en 100 km/h, aunque no podría asegurarlo pues mi mirada va atenta al camino.



Una hora después de iniciar el viaje nos encontramos con un pobre hombre que ha volcado su camión lleno de cebollas. Hablando con él nos dice que no hay daños personales, y que ya ha avisado para que vayan a recogerle. La verdad es que yo alucino de pensar que son capaces de conducir sus vehículos por esos caminos; me doy cuenta lo pobre diablo que soy cuando me preocupa recorrerlos con mi Afrika.


El Nissan y la Afrika alternan la primera posición, y la distancia entre nosotros llega a ser de algunos kilómetros. Algunas veces me paro a hacer una foto y me pasa el Nissan, y otras veces Quim se hace a un lado y me deja pasar para evitar que me coma el polvo.


Y así, disfrutando el recorrido, llegamos al collado que da paso a la Garganta del Dades. Uau! Impresionante!!! El paisaje es espectacular, estamos a 2000 m de altura y la bajada al centro de la garganta promete.


La pista es algo estrecha para el paso de un coche, que tiene que conducir con más cuidado; a medio camino se cruzan con precaución el Nissan y el equipo de rescate que va a la búsqueda del camión volcado.

Sin embargo, la moto se mueve más fácilmente, aunque el abismo al lado de la pista me hace conducir con cuidado… pero no con el suficiente. En un momento en que voy en última posición, de nuevo corriendo demasiado, olvido que llevo maletas a los lados que aumentan mi anchura bastantes centímetros. Y al salir de una curva, una roca estratégicamente situada para recordármelo choca con mi maleta derecha y yo doy con mis huesos en el suelo.


Es mi quinta mordida del polvo de todo el viaje, y por suerte será la última…

Pongo de pie la Afrika, meto segunda y continúo la bajada. Me paro a hacer una foto, y al intentar poner primera observo que ésta no me entra. En la última caída he doblado la palanca del cambio de marchas, y al bajar a primera choca con el protector del motor y no deja que baje lo suficiente. La enderezo con la mano y veo que de nuevo puedo poner primera… no veas si tengo suerte…


Después de unos kilómetros sin problemas, llego al fondo del valle. Aparece un oued cargadito de agua, con el vadeo más profundo de los que me he encontrado hasta ahora. Me paro delante, me lo miro y pienso que la única manera de cruzarlo es metiendo primera y tirando para adelante; parado no lo cruzaré nunca.

Así que, dicho y hecho, suelto embrague y voy dando gas poco a poco, y con las piernas a punto de apoyarlas en el suelo supero el oued, llegando al otro lado sin bañito, ni mío ni de la Afrika. Eso sí, ambos nos hemos refrescados pies y ruedas, que con el calorcito que hace no es nada desagradable.

Pocos metros más adelante me encuentro de nuevo con el 4x4 de Quim y Mariela, que están ayudando a despejar el camino de un pequeño desprendimiento de piedras. Mis riñones agradecen que ya estén acabando en el momento en que llego, por lo que no ha hecho falta mi ayuda.


Después de una parada para comer un fantástico jamón serrano que han traído desde Barcelona, regadito con un par de calentitas cervecitas, llegamos al asfalto donde nos separamos definitivamente. Mi intención es llegar al día siguiente a Imlil, punto de partida para la ascensión al Toubkal, el pico más alto de la cordillera del Atlas; ellos han quedado con un amigo en Zagora, y todavía les queda una kilometrada antes de llegar.


Ciertamente, la relación con la gente, tanto del país como de fuera, está siendo una de las mejores cosas del viaje.

Llevo 4 días y ni uno solo de ellos ha sido desaprovechado. Sinceramente, no me lo esperaba, y me hallo gratamente sorprendido y eufórico: la gente, los nuevos amigos, las vivencias, los paisajes… Todo está siendo infinitamente mejor que la mejor de mis previsiones.

Y continúo viaje.


Cruzo Ouarzazate y un poco antes de la kasba de Ait Benhaddou me meto campo a través por los pedregales, montando la tienda a unos metros de la carretera.



La noche es algo movidita: me rodean cuatro o cinco perros, sin ningún tipo de peligro, pero muy pesados. A medianoche se ponen a ladrar, lo que me obliga a salir de la tienda a tirarles piedras un par de veces. Por fin, consigo que se callen y duermo hasta la salida del sol.






Día 5: Ait Benhaddou – pista de los Glaouis – Marrakech (Arnakech) – Imlil



A primera hora de la mañana, visito la kasba de Ait Benhaddou, impresionante, y sigo adelante por la pista de los Glaouis.



La pista es de dificultad nula, pero espectacularidad máxima.




La principal complicación es que transcurre entre 500 y 1000 metros de altura, y el calor se hace notar en mí y en la Afrika.



Y tanto conducir en primera y segunda, pocos tramos de tercera y ninguno de cuarta y quinta, hace que el ventilador no pare de funcionar, por lo que hago alguna paradita a la sombra para bajar la temperatura.




Después de unas cuatro horas llego a Telouèt, donde de nuevo cojo el asfalto, que no me abandonará ya hasta el final del viaje. He acabado las pistas, que tantas emociones me han dado y que harán, seguro, que vuelva a Marruecos.



En Telouèt aprovecho para visitar la alucinante kasba glaoui que domina el pueblo, destrozada por fuera, pero que en su interior guarda la sorpresa de unos salones bellamente decorados.




Finalizo la visita para acabar de subir el puerto Tizi-n-Tichka, me como un plato de ternera y una ensalada marroquí en Taddert y aprieto el paso para llegar a Imlil antes del anochecer.



A Imlil ya le llaman el Chamonix marroquí, pues es el punto de partida para la ascensión a la montaña más alta de Marruecos, el Toubkal. Hago tratos con el dueño de un garaje para dejar la moto durante los dos o tres días que dedique a hacer trekking por el parque nacional del Toubkal.